¿No has visto acaso el hermoso color
de una negra noche llena de estrellas?
¿O el brillo amarillo de un nuevo amanecer?
¿Y lo deslumbrante de un campo de rosas rojas?
¿O la palidez de esa luna llena sobre tu cabeza y que hace soñar a tanto poeta?
La belleza del hombre viene desde el fondo de su ser,
sus ojos sólo son bellos si reflejan lo bello de su alma.
Si por mi origen humilde no soy digno de ti, yo te pregunto…
¿No has tocado con tus manos la seda
elaborada por un pequeño gusano?
¿Acaso no has visto los blancos campos nevados
que iniciaron simples copos de nieve?
¿No conoces la ostra tan pequeña que te da
tan grandiosa perla para tu magnífico collar?
¿Has olvidado el origen humilde del hombre
que murió amando a los hombres,
que de cruel manera le arrebataron la vida?
El verdadero valor del hombre se encuentra en su corazón
y no en los bienes materiales que posee.
Si por mi fe te mofas y me ofendes, yo te pregunto…
¿Acaso las aves del cielo no tienen un Dios que les da su alimento diario?
¿No ha de caer del cielo el rocío que a las flores la vida da?
¿Quién cuida de las criaturas de los campos y los bosques?
¿Quién hace crecer las cosechas?
¿Quién pone orden en este mundo en desorden?
Las estrellas y el infinito
nos demuestran que no estamos solos,
hay alguien que nos cuida.
¡Eres a imagen de Dios igual que cualquiera en la faz de la tierra!
¡Y tan distinto que no hay nadie más bello que tú mismo!
No estropees esa imagen que te fue dada
en el afán de solo apreciar lo que a ti te parece
bello, valioso o correcto.
Mira a los demás como a ti mismo,
porque somos todos iguales y tan distintos a la vez
que en la medida que tú denigres a tu hermano,
más te denigras a ti mismo…¡nunca lo olvides!
AUTOR: Carlos A. Suárez G.
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