martes, 21 de abril de 2015

El informe



Acababa de acostarme a hacer la siesta pero no podía conciliar el sueño, no antes de leer el informe psiquiátrico que la compañía donde trabajo ha pedido para establecer si soy merecedor de un ascenso. El sector de la Bioquímica está sobrevalorado, tanto en cuanto nos obligan a pasar por estos incómodos estudios, dedicados a apilarse en el departamento de Recursos Humanos, o Dios sabe dónde.



“Según su extrovertida manera de ver la vida, se podría deducir que no habiendo sufrido problemas de gran calado aun, la exposición a ellos está falta de experiencia. La edad es otro hándicap que puede tener consecuencias en el futuro mando de un equipo”



Que va a decir un psicólogo de un joven de veintiún años aficionado al surf, entre otras muchísimas cosas. Pero no fue eso lo que me hizo comenzar a estar nervioso. Una pequeña nota al final dejaba caer, a todas luces, que era una persona que podría matar si se diera el caso. Me acordé entonces cuando le conté al loquero una anécdota ocurrida con mi amigo Mario, donde, en una acampada de montaña: allá donde San Judas perdió las cadenas de las ruedas, tuvimos que matar una cabra poco menos que con las manos. En pleno invierno, sitiados por la nieve. “Sobrevivir” se llama lo que hicimos, ni más ni menos.


Es por eso que me he echado a la calle. Tenía la imperativa necesidad de dar mi paseo diario, aunque no era la hora habitual, pero no podía dormir. Franco lo ha agradecido y tira de mí con su inmutable y alegre caminar. 

Para mí, otra cuestión inalterable es el recorrido. Un paseo que se digne de serlo, tiene que pasar por el puente Milou. Sus artísticas farolas renacentistas le confieren una calma firmemente necesitada, aunque Franco intenta lo contrario, tirando de mí hacia la zona ajardinada de Le´pletoun. No me importa, mientras no decore con su orina las farolas, le perdono casi cualquier cosa. Pero antes de abandonar el puente, siento sobre mi hombro la presión de una mano y su inquietante calor. Me llevé un buen susto, me cogió de improviso, y me giré tan rápido como fui capaz. El susto inicial no fue nada cuando al girar mi rostro allí no había nadie. “el Milou es también conocido por el puente de los amantes, el ochenta por ciento de las personas que lo visitan lo hacen de rodillas, y en aquel momento habría como cuatro peticiones de mano, pero ninguna cerca de mi”.

Franco tampoco reaccionó, indiferente, seguía con su ruta hacia los parterres de tierra batida, entre seto y seto. Que susto, hubiera jurado ante la Biblia que alguien había puesto su mano sobre mi hombro. Con las palpitaciones dignas de una arritmia sacudiendo mi garganta, seguí al pobre animalito que ya comenzaba a aruñar las baldosas del puente.

Después de otros diez metros de frenético recorrido, ocurrió exactamente lo mismo. En esta ocasión giré lentamente, pero sin que la cautela pudiera dejar escapar, otra vez, a quien se suponía volvía a poner su mano sobre mí. Aquello ya no era normal, y temblando me agaché para sujetar a Franco cerca de mí. Su cabeza quedo a un palmo de mi cara, y aunque lógicamente no era la primera vez que eso sucedía, noté algo extraño en su mirada. Como humanamente cercano, y sin pedírselo colocó su pata encima de mi rodilla. En ese momento pude escuchar perfectamente como desde su dentada boca salían las palabras “Levántate, están llamando a la puerta, estúpido”.

El knock, knock, insistía persistente hasta que logré abrirla medio adormilado todavía, estaba temblando, no podía dejar de pensar en la extraña voz que había salido del perro. El cartero tenía cara de cabreo y ni siquiera saludó. -¿El Sr. Dupont?- - Sí – contesté. – un Certificado. Firme aquí, aquí y aquí- Cuando cayó en mi mano, mi cerebro terminó de despertarse. ¡EL INFORME!. Tardé cinco segundos todavía en descubrir que había estado soñando. Destroce el sobre buscando aquella nota tan inquisitiva. Y la encontré.

“Para su corta edad, es una persona culta y refinada, requisitos, si no indispensables, muy importantes a la hora de formar equipo y su posterior liderazgo. Solo una observación; a la par que inteligente, es una persona dada a fantasear, cuestión que a priori no vierte ningún elemento negativo para poder ejercer un trabajo superior”.

-¿No se lo han creído?, ¡Hijos de p…..!  No sé qué me cabreó más: que creyeran que soy Antoñita "La Fantástica” o el susto que me ha dado Franco.


AUTOR: Sergio Suárez.

1 comentario:

  1. Jejeje!! ¿Quién no se ha sentido previamente secuestrado por el resultado de un informe vital para nuestro futuro laboral? Pero la jocosidad de un sueño como ese no a muchos!! Saludos tocayo, bastante entretenido!!

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