lunes, 10 de noviembre de 2014

El cementerio de los "BUENOS" y de los "MALOS"


Son las cinco de la madrugada, un frío de los que... ¡hasta los muertos lo notan!
-¿Cargamos ya el coche? -me comenta el ayudante.
-No, espera a que llegue la familia, son puntuales, -le respondo, no tardan en llegar.
A las cinco y treinta minutos aparecen cinco vehículos de diversas marcas cargados de gente...
Se aproximan al depósito en completo silencio, sólo se escuchan los tacones de algunas de las mujeres que acompañan a los familiares, al pisar aquellas baldosas de las escaleras, baldosas mojadas  por la escarcha del rocío de la noche.
Llegados a la puerta del depósito, guardan silencio hasta la llegada del Sacerdote y del monaguillo para rezar el responso correspondiente.
Terminado el acto religioso, los familiares cargan el féretro hasta el coche fúnebre, lo depositan con todo el cuidado sobre el raíl de guía y es introducido lentamente dentro del arcón de cristal.
Se introducen dentro del coche fúnebre cuatro coronas, dos a cada lado, y una cruz de claveles blancos sobre el féretro.
Damos a los familiares las instrucciones a seguir a partir de que el coche fúnebre abandone el recinto y comience el recorrido hasta el cementerio de la localidad de destino.
El camino es largo, por lo que se comunica que la velocidad será moderada,  con dos paradas técnicas obligatorias: la primera, a cien kilómetros  desde la salida, (breve descanso y repostar el vehículo), y la segunda, antes de la entrada al pueblo, para colocar las coronas por fuera del coche y hacer el paso lento como suele ser costumbre, para que los amigos y familiares acompañen al coche fúnebre andando, por las calles del pueblo.
Se acuerda que los familiares hagan dicho recorrido a su aire, es decir, si quieren ir detrás del fúnebre o adelantarse al pueblo y preparar la llegada.
Es muy emotiva la escena de los familiares al dirigirse a sus coches; pasan signándose ante el fúnebre y dando besos volados!!!
Puestos en marcha a velocidad lenta, salimos del recinto en el más absoluto silencio de los presentes, sólo se escucha el ronroneo del motor y las ruedas pisando la gravilla del camino.
Nos acompañan los familiares en sus coches, detrás del fúnebre hasta la salida de la ciudad y ya en autovía, algunos se adelantan y sólo dos vehículos de los familiares más allegados al difunto, nos acompañarán durante todo el recorrido previsto.
Llegados a la primera parada establecida, (repostar combustible y tomar un tentempié), siendo ya las ocho de la mañana, descansamos unos minutos y emprendemos la marcha...
Es impresionante la reacción de las gentes de los pueblos por los que tenemos que pasar; al ver el cortejo fúnebre pasar ante ellos, unos se arrodillan, otros hacen la señal de la cruz, otros agachan la cabeza en señal de respeto. ¡¡ Impresionante !!
Llegando casi al destino, a unos quinientos metros antes de la entrada en el pueblo, a nuestra derecha vemos  una explanada cerca de la carretera, hacemos la parada para colocar las coronas por fuera del coche fúnebre y retomando la carretera, ya llegando al pueblo, es curioso ver la cantidad de gente que nos esperaban; todos en silencio, con flores blancas y velas blancas en las manos y haciendo un pasillo por el cual hemos de pasar.
Aminoramos la marcha para que los amigos y familiares llegados a ese punto, todo el pueblo,  al paso del fúnebre entre ellos, vayan signándose y lanzando las flores sobre el cristal del arcón...
Es impresionante, difícil de explicar, emotivo, muy emotivo ver a esas personas arropando a la familia del difunto en esos duros momentos que están pasando y más aún porque el  difunto es un niño de dos añitos que ha muerto a consecuencia de una larga enfermedad en el Hospital.
Llegados al cementerio, el coche fúnebre queda parado en la puerta; los familiares llevan el pequeño féretro blanco hasta el nicho donde recibirá cristiana sepultura.
Antes de la salida del cementerio, nos percatamos de un pasillo de nichos de adultos; es curioso el pasillo,  pues hay más nichos a la "izquierda" que a la "derecha"...
Preguntamos al sepulturero del cementerio el por qué de ese pasillo, y la respuesta fue:
 Aquí enterramos a los "malos" a la izquierda y a los "buenos" a la derecha; de ahí que haya más nichos a la "izquierda" que a la "derecha"!

Como es de "prudencia y respeto al Santo lugar", omitimos el nombre de la población, no sea que se enteren del relato y llegado nuestro "momento" no entierren en el lado "izquierdo".  FIN.

AUTOR: Javier María Martí Martínez

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