viernes, 27 de marzo de 2015

Un día de furia



La inalterabilidad de las cosas a pesar de mis actuaciones me lleva, a partir de este momento y sin posibilidad de vuelta atrás, a declinar cualquier invitación al respecto. Los últimos resultados de mi empeño, a partir de hoy antiguo, en alterar, en cambiar el rumbo de los acontecimientos, han sido, no solo desalentadores, si no un completo fracaso. Ruego a los Otros en general, y en particular al Otro que a diario se cruza en mi camino con un folleto lleno de miseria o con un catálogo casi infinito de desdichas numeradas y ordenadas alfabéticamente, se abstengan de llamamientos, peticiones colaborativas e invitaciones a cambiar el mundo o la esquina más próxima. A partir de hoy me da igual lo que suceda en la polvareda de Sudán, en los suburbios de París, en las trincheras de Siria o en el mercado de abastos de Huesca capital. El tiempo perdido en asociacionismos baldíos e interesados me está empezando a producir un dolor en el bajo vientre solo comparable al de la negra y corrosiva gangrena, asociándose por momentos a unas irrefrenables ganas de cagar, de cagarme en todo, sobre todas las cosas, en todos, blancos, negros, amarillos y morados. 

Siempre hay una madre desvalida, un niño enfermo, un anciano necesitado, un torpe inútil o un inútil torpe. Diríase que se reproducen como virus sin cura. Me he llegado incluso a tropezar con provocadores de su propia desdicha, adictos a la mala fortuna, que huían de la salvación delante de mis propias narices, volviendo a ocupar el terreno de la vulnerabilidad a propósito, para disfrutar otra vez, y una vez más, del control sobre el salvador, subyugado por el miserable voluntario y cuasi profesional, ¡no!, profesional de la mendicidad. Por otro lado, ¿cuál es el objetivo, el fin de tanta ayuda humanitaria? ¿Qué se consigue realmente arriesgando, en muchas ocasiones, la propia vida alimentando al niño hambriento en un poblacho de mierda en una mierda de país? Me temo que únicamente prolongar su agonía. Que muera más tarde presa del mismo hambre o de un hambre distinta, que lo mate un kalashnicov en manos de otro niño apenas, solo apenas, un poco mejor alimentado, lo justo para elevar la mira de la muerte hasta la altura correcta, y, que ocurra justo a cinco metros del final de su peregrinaje kilométrico en busca de agua contaminada, eso es el colmo de la puta poética del absurdo. O que una mina en el camino lo deje sin piernas (qué bien, ahora podremos pedir para unas miles de prótesis, para que un fulano, que factura millones en patas de palo, mantenga un chalet y un yate y un jet y una rubia como madre de sus hijos rubios, y otra rubia, cuando no dos o tres o cuatro de plástico, para alternarlas según el ánimo de los días, quizás alguna latina o alguna asiática, hay que cumplir con el cupo, con la globalización). O el SIDA o una simple diarrea o la puta mosca de Disney, la misma que debió picar a la bella durmiente. 

Hordas de seres cuyo único fin en este patético mundo abocado al exterminio pareciera ser dar sentido a las vidas de gente con chapitas en la solapa, alimentar a esa otra horda de, más patéticos si cabe, seres, amantes enfermizos del bienestar ajeno. ¿Bienestar ajeno? ¡De la conciencia limpia! ¡Basura religiosa! ¡Basura panteista! Mercantilismo del buenismo, empresas internacionales dedicadas a vender la necesidad del ejercicio de la caridad enlatada, otra manera de hacerse rico, comisiones a base de misiones. Como empleados, colaboradores necesarios e imprescindibles, un ejercito de chicas sin sujetador y chicos deportista (hippys de pega a tiempo parcial) ¡Marketing! ¿Se han tropezado con algún feo pidiendo para alguna ong? ¿Harán entrevistas y preselección? Y cuando no, te asaltan las maduras acomplejadas, las que creen que le deben algo al mundo por que sus maridos ganan pasta, vaya usted a saber explotando a quién, mientras chicas con el sueldo mínimo interprofesional y las horas extras gratis les mantienen las boutiques abiertas hasta los domingos. ¡Me encanta! Fabricar componentes de ordenadores o smartphones en China o la India, utilizando como lubricante de maquinaria la sangre de impúberes, hay estudios que demuestran su idoneidad y avalan sus propiedades y densidad perfecta. Con parte de las ganancias construir pozos en aldeas perdidas y abandonadas por el Dios muerto para asegurar las siguientes generaciones de lubricantes y que te den el Nobel de la paz. Prefiero a las chicas sin sujetador, las otras me dan asco, verlas de lejos, esa sonrisa cínica y la chapita en la mano, se me ponen los pelos de punta y me invaden unas ganas increíbles de darles una patada en la cara. Ejercito de voluntarios armados con el discurso del cambio del mundo: -Si quieres… puedes-La solución está en tu mano-Ellos te necesitan-Juntos podemos- ¿De verdad no se dan cuenta de que son un engranaje más, por otro lado imprescindible, del afán inmovilista del poder? No tienen ni idea. Anestésico necesario. Esperanza adormecedora. Cantos de sirena. Freno a la auténtica revolución que supondría el asalto de las masas de hambrientos y desposeídos a palo y piedra. -¡No queremos limosna!-¡Lo queremos todo!- 

La dignidad, si existe, me parece todo lo contrario a la miga de pan y al harapo de cuarta mano. Lo contrario a la sonrisa estupefaciente. Lo contrario a la caricia del perro sobre el hombro de la madre con un hijo muerto en sus brazos. Lo contrario a lo que somos. Pero para esa marea de tarados lo importante es la consecución del fin, no importa que sea imposible, lo importante es participar. ¡Hay que joderse! Gente que abandona a su madre necesitada, harta de trabajar toda la puta vida para criar a unos zánganos, alimentarlos y darles estudios limpiando escaleras con el espinazo machacado, y en vez de liberarla de su tortura cotidiana, se van al quinto infierno a salvar no sé qué o no sé a quién o quiénes, en busca de la salvación de la ballena jorobaza o el pelícano de dos picos, creerán que su salvación los apeará de la rueda de las reencarnaciones. Directos al Nirvana. ¡Gilipollas! Un mundo enfilado a su, más temprano que tarde, total destrucción. Una plaga que se retroalimenta, que lo absorbe e invade todo. La aniquilación sistemática del resto de seres vivos. La apropiación, el uso y el término de la vida de los Otros por pura diversión. La insostenibilidad evidente de un sistema caduco y suicida. El exponente final de la irrefutable inexistencia de Dios, única explicación plausible a su no aparición segando cabezas a millones, sembrando de terror entre los aterradores profesionales con dedicación a jornada completa, aniquilando países enteros cual purga imprescindible. La población humana, como marabunta que arrasa a su paso hasta las mismísimas eternas piedras, deglutiendo sin criterio, poseídos inconscientemente por el Afán de adelantar el Apocalipsis. Ese es el culpable, el protagonista, el Afán. Empeño en destruir, diligencia en la destrucción, el anhelo vehemente y la prisa en la consecución del Fin, el aparente deseo de que Todo sea Nada, ya. Nausea, vómito.


AUTOR: Juanje Frayfregona.

4 comentarios:

  1. Tan duro, real y actual es este tema, como ese duro mendrugo de pan que se ofrece una sola vez, sin recordar que el nino, a diario lo apetece, minino tres veces.
    La riqueza concentrada, es una vaca sagrada y solo cuando rebasa la capacidad de adorarla, se distribuye en migajas,
    La dignidad del pobre no es ciencia... y nosotros, los testigos, solo sufrimos el castigo, del dolor y la impotencia .

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    1. juanje frayfregona30 de marzo de 2015, 9:47

      El afán de riqueza no parece tener final. ¿Cuánto dinero se puede amasar para nada? Infinito. El dolor y la impotencia terminan por convencerte de la imposibilidad de cambio, así terminas mirando hacia otro lado y ocupándote de tus cosas. Solo recuerdas el dolor cuando te salpica. He de reconocer que a mí no me quedan esperanzas.

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  2. Con ira o sin ira, hay muchas cosas que comparto. De mi parte lo único que falta es bajar la palanca de la poceta para que vaya toda la mierda.

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    1. Sería lo deseable, resetear, pero no veo la palanca por ningún sitio. Que todavía sucedan ciertas cosas me parece inaudito. Hastío y rendición.

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