martes, 24 de marzo de 2015

Un bocadillo de jamón

"BODEGÓN" Carmen Calvo
Ingredientes. Pan, jamón, tomate madurito (opcional) y aceite de oliva.

Preparación. Abrir el pan, echar un poco de aceite, restregar (acabo de buscar el verbo “restregar” y sí, es correcto) medio tomate, poner el jamón y servir.

Dificultad. Ninguna.


Tras leer lo anterior, ¿me puede alguien explicar por qué es tan difícil comer un buen bocadillo de jamón? O de queso, que también es una odisea.

A ver. Valencia. Ciudad de las Artes y las Ciencias. Uno de sus edificios. El Palacio de la ópera Reina Sofía. “Lo más” de esa ciudad. Tres horas de ópera con un intermedio de veinte minutos a las nueve y media. Público hambriento de bocadillo y necesitado de baño. Salimos a tropel. Mi marido tiene una envergadura que impone y logra salir de los primeros, situarse delante de una de las dos minibarritas (instaladas de manera algo ruin, a mi modo de ver) donde puedes elegir de un “extenso” surtido que consiste en “vino, cava, cerveza o agua” y “mix japonés, bocadillo de jamón o de tortilla”. Vale, no hay que pensar mucho. Dos copas de vino tinto y dos bocadillos de jamón. Los precios… ni os digo lo que nos gastamos porque me da vergüenza. Vale. Un día es un día. Al fin y al cabo tampoco vamos a la ópera todas las semanas (ni todos los meses).

¿Copas de vino? Que no. Que copas no. Un vaso de esos planos que se han puesto de moda. ¿Para el vino? Sí, para el vino. Y… a mí que no me digan, pero es que no sabe igual, es que pierde parte del sabor. La estética está muy relacionada con la comida en nuestra sociedad; una sociedad de “excesos y sobras”, en la que “comer” ha pasado de ser una necesidad a una afición. Y un vino en un vaso… pues no.

¿Bocadillo de jamón? Una “pulguita” con un testimonio de jamón dentro. Aceite y tomate… ¡por favor! ¡Esos lujos no!

A nuestro alrededor vimos a varias personas que sacaban (algunos sin ningún disimulo) unas empanadillas de sus bolsos. Antes me habría atrevido a criticarlos. ¡Desde luego, llevarse comida a la ópera, qué vulgar! En ese momento me dieron envidia. Y si vuelvo, me plantearé seriamente imitarlos.

Estamos en el país del vino y del jamón. Preparar un bocata con un pan crujiente, un buen tomate y un sabroso jamón… ¡no es tan difícil, cojones!

A lo mejor si le pusieran un poco de amor…


AUTORA: Victoria Monera.

2 comentarios:

  1. Ya sabes Victoria; amor, amistad y negocio, no funcionan. Yo que tú me llevaba un buen jamón la próxima vez, y repartía entre los asistentes. Antes en la Ópera hacían degustaciones, cuando, por lo visto, se pagaba menos pero cundía más. Un tupperware sería otra solución, que España ha vuelto a ser un pueblo... afortrunadamente. Y entre Oberturas y Árias picotear para aguantar las tres horas. Por cierto, en venir a Canarias se tarda menos y aquí también hay jamón.... de cochino negro... hummmmm.

    Muy bien escrito, como siempre.
    Saludos.

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