La carta de la Real Corte había llegado.
Colgado de los barrotes de su mazmorra, intentaba sacar la cabeza para ver la
entrada del jinete que la traía dando voces.
- ¡EAH!
- ¡A UN LADO, ABRAN PASO!
- ¡ABRID LA PUERTA!
- ¡DETENEND LA EJECUCIÓN POR ORDEN DEL
VIRREY!
Los gritos más dulces jamás escuchados desde
que fue recluido en ese lugar. Hacía catorce años que esperaba el momento en
que fuera ejecutado, acusado de alta traición a la Corona. Llevaba la cuenta de
los días rayando con una tiza las paredes de su horrenda prisión. Su agonía se
acrecentó cuando al pasar de los meses, iniciado su cautiverio, las visitas de
su amada esposa con su bebé de apenas un año hacia el día de su arresto, se
iban haciendo cada vez más lejanas. Ella argumentaba sobre las habladurías de
la gente de la Villa, el rechazo y los insultos de los que era víctima a diario
a causa de ser la esposa de “un vil y cruel pirata”, el tiempo que no le
alcanzaba para poder conseguir el sustento propio y el de su pequeña hija, la
cual lloraba sin cesar, inocente de todas las desventuras de su madre y la
desgracia de su padre.
No había día en el que no asomará la cabeza
por los barrotes, intentaba verla pasar u oír su voz entre el gentío que se
arremolinaba cada vez que algún compañero de celda o condena, sería ejecutado
en los patios de la prisión. Poco a poco fue perdiendo las esperanzas en su
regreso, al ver pasar todo un año de ausencia de su esposa. Le ardía el corazón
y las entrañas al no saber el destino de su pequeña bebita, no poder verla
crecer ni verla dar sus primeros pasos, su sonrisa, sus balbuceos que se
convertirían en palabras al correr de los años… nada de eso vería ya jamás.
Los presos no tenían ningún derecho, pero los
celadores eran amables con ellos de cuando en cuando, no así con los presos
acusados de piratería, los cuales eran muy frecuentes en aquellos tiempos en
los mares frente a la Villa de San Francisco de Campeche. Las murallas en
incipiente construcción que servirían para resguardarla de tanto ataque pirata,
aún no los amedrentaba en lo más mínimo. Llegaban de improviso, abriéndose
camino a estallido de cañón, pistolas, arcabuces y fusiles, arrasando con todo
lo que se encontraban a su paso, robando casas, matando hombres y mancillando
mujeres y niñas, o raptándolas para llevarlas a los galeones y usarlas en sus
fiestas de embriaguez y depravación; finalmente las asesinaban y las lanzaban
al mar como alimento para los tiburones.
La población vivía aterrada y a sobresalto.
Cada vez que se divisaba un barco en la bahía, los vigías en turno, catalejo en
mano, confirmaban la categoría del navío y su procedencia a través de los
colores y las insignias de su bandera en el palo mayor de este. Permitiéndoles
ingresar a los puertos de abrigo en las playas de la Villa. A diferencia del
terror y pánico que sentían al descubrir una bandera negra con una calavera y
dos fémures cruzados ondear en lo alto del mástil. Y solo sí eso era posible, cuando sucedía de
día. Porque de noche, los piratas anunciaban su arribo desde dentro de las
empedradas calles, causando un gran alboroto y provocando la histeria de los
habitantes.
¿Cómo iban a tenerle consideración alguna?
Recordaba vivamente el día en que fue aprendido…, pescador de oficio, tendía
sus redes a no muchas brazas de la costa, intentando capturar algunos peces que
se convertirían en alimento y dinero para su hogar. Se fue alejando mar adentro
en su pequeña lancha a causa de los pocos resultados obtenidos en casi medio
día de ardua y quemante labor. De repente observó el manoteo de un hombre entre
las pocas olas que el mar hacía. Se apresuró a sacarlo del agua y a prestarle
auxilio, este le dijo que sobrevivió de un naufragio reciente y que lo ayudara
a llegar a la costa. Así lo hizo el hombre y lo llevó a la Villa, dejándolo en
la puerta de un médico para que lo revisara, en un descuido, el náufrago
desapareció dejándolo muy extrañado por tal comportamiento, algunos pescadores
que lo vieron le dijeron que no era su problema y siguiera con lo suyo.
Al caer la noche el “náufrago” había logrado
liquidar a cuchillo al vigía del faro y con señales dio aviso a sus compinches
de la vulnerabilidad de la defensa de la Villa. El resto es historia y el botín
mayúsculo.
Bastaron los testimonios de los pescadores
que le habían visto desembarcando junto con el saqueador, para ser acusado de
complicidad pirata y alta traición a la Corona. Solo el testimonio de párroco
de la iglesia sostenía la inocencia del hombre, por lo que aplazaron la
ejecución por tiempo indefinido hasta ser comprobada y aseverada.
Catorce años pasaron desde que inició su
tormento, por fin noticias de ultramar…
Veredicto: Inocente.
Acto legal: Libertad inmediata en caso de
seguir con vida.
Con los harapos que llevaba por ropa y sus
ansias de volver a ver a su familia, a su pequeña y ver de nuevo su hogar se
dirigió hacia el barrio donde otrora vivió. Sin encontrar ni rastros de lo que
había sido su casa, preguntaba por todas partes, nadie le reconocía ni le
recordaba y de mala gana, un par de ancianos le dieron leves pistas del
paradero de su familia.
Pensando en que valió la pena soportar las
malas condiciones en las que se encontraba dentro de aquella asquerosa
mazmorra, la única ración diaria de una hogaza de pan duro o quemado con un
cuenco de agua, las tantas veces que no pudo dormir a causa de las golpizas por
diversión que recibió de los guardias y demás vejaciones soportadas durante
todos esos años de encierro. Hoy día, podría abrazar el motivo de sus
esperanzas vivas.
Al acercarse al lugar indicado en alguna de
las pistas recibidas, observó una casa muy linda, en una quinta frutal, llena
de árboles de mandarina, naranja, mango, tamarindo, flores y hortalizas,
cercada con piedras labradas y blanqueadas a la usanza maya. Todo era
prosperidad y alegría en ese lugar.
Pensándolo dos veces se animó a tocar la
puerta preguntando por el nombre de su esposa. Pasaron eternos y agonizantes
minutos antes de que la puerta se abriera. De adentro salió una criatura
angelical de joven lozanía, hermosa como el sol radiante de la primavera, sus
ojos reflejaban una inmensa felicidad y a pesar de los asaltos piratas ya menos
frecuentes, parecía que ella vivía sin preocupación alguna. La melodía de su
voz lo llenó de alegría puesto que sonaba igual a la de su madre y sus
facciones eran por demás las de ella.
La bella niña pregunto:
-
¿A quién busca señor?
El hombre con voz tenue y torpe por los nervios
balbuceo:
-
¿La señora De la Barca vive aquí?
Ella respondió extrañada y con desconfianza:
-
La Señora De la Barca, era mi madre. Murió al
nacer yo y solo mi padre vive aquí conmigo. ¿Quién es usted y por qué la busca?
¿La conocía?
El hombre le iba a responder a la niña,
cuando un caballero elegante, tomando a la niña del brazo en forma muy
delicada, hizo un gesto, la niña comprendió y regresó al interior de su hogar.
El caballero, a pesar del desagrado que el
hombre le provocaba por su aspecto físico, cuestiono con mucha educación:
-
¿Señor mío, desearía saber su nombre y cuál
es el motivo de su interés por la Señora De la Barca?
Cabizbajo y meditabundo por las palabras
antes dichas por la niña, decidió contestar la pregunta diciendo:
-
Soy viejo amigo de ella y quería saludarla y
saber cómo le ha ido, desde hace años no la veo. ¿La niña es su hija?
El caballero con un recelo natural y sin
apartar la mirada del andrajoso hombre le dijo:
-
Señor, no sé desde donde venga usted ni cómo
conoció a la Señora De la Barca, pero ella falleció hace ya más de 12 años,
entró en mi casa con una herida de bala en el pecho, venía huyendo con la
pequeña en brazos, la ciudad estaba siendo atacada y la tuve que esconder junto
con mis padres dentro de mis muros. No pudimos salvarla. Desde entonces la
pequeña se ha convertido en la luz de mi vida y hoy precisamente que cumple sus
quince años, será presentada en el Salón Principal como toda una Dama de
Sociedad. Si era algo suyo, lamento mucho su perdida. Y si no tiene nada más
que agregar le ruego que se retire.
Inclinando la cabeza el hombre contuvo las
lágrimas que amenazaban estallar ante tan cruel relato que lo había dejado
helado. Una avalancha de pensamientos y emociones le aplastaron su frágil
corazón, avejentado por el cruel encierro. Haciendo nudo la escasa orilla de lo
que llevaba por camisa, levantó la cabeza y con tono firme le dijo al
caballero:
-
Usted perdone señor, yo solo quería saber de
ella y de su pequeña hija porque...
Quedándose sin palabras para seguir explicando
y con el llanto contenido, decidió poner fin a la conversación. Dio la media
vuelta, se alejó sin rumbo fijo con una idea clavada en el corazón y una
pregunta que solo Dios podría contestarle...¿cómo pudo pasarle esto a él?
Al acabarse la arena y llegar a la orilla del
mar que bañaba sus pies descalzos, mientras contemplaba su inmensidad, siguió
pensando en su futuro.
-
Ahora entiendo por qué no volví a saber de
ella ni de mi pequeña nena, que ahora se ha convertido en toda una dama. ¡Es
tan hermosa como su madre! Ella tiene ahora una buena vida, parece que no le
hace falta nada, ni yo. Además ¿qué le puedo yo ofrecer? ¡No tengo nada! ¡No
soy nadie! ¡Sólo soy la sombra de lo que fui! ¡Con la carga de haber sido
acusado de piratería! ¡Malhaya sea mi suerte! Ya no me queda nada en esta vida
por lo cual luchar. ¡No le puedo quitar la oportunidad de ser todo lo feliz que
su madre y yo no fuimos! No sería justo para ella, es mejor que no sepa nada de
mí ni de su pasado.
Y tomando una muy seria decisión, volvió
sobre sus pasos para indagar sobre el paradero de la tumba de su amada esposa.
Al encontrarla en el camposanto, se dejó caer de bruces y lloró, lloró
amargamente por largas horas, las pocas fuerzas de vida que le quedaban iban
menguando con cada lágrima.
Con la llegada de la mañana, llegó a sus
oídos los repiques de las campanas del puerto que anunciaban el arribo de un
mercante. -¡Una oportunidad!- Antes de irse rumbo al
puerto, se despidió de su esposa:
-
¡Amada mía! Perdóname el error que nos llevó
a los dos a este triste final. No te preocupes por nuestra hija, se queda en
buenas manos, tu último aliento la protegió hasta el final y la dejaste en una
buena casa, tiene todo, principalmente amor. ¡Te dejo, duerme en paz mi amor!
Voy a buscar mi destino. Aun no sé qué me tiene preparado, pero le ruego a Dios
que pronto me lleve a tu lado. ¡Espérame mi amor, no tardaré!
Se despidió de ella haciendo la señal de la
cruz y tomo camino al puerto, solicitó unirse a la tripulación del mercante sin
más paga que su alimentación diaria. No preguntó cuál era el destino del barco,
eso no le interesaba, tampoco le interesaba que trabajo realizaría en él, solo
sabía que los mercantes eran las presas favoritas de todo barco pirata.
Una idea clavada en su corazón lo acompañó al
subir al galeón mercante…
- ¡Al menos uno de ellos pagará con su vida por
el daño que le hicieron a mi familia o me devolverá la dicha de volver a ver mi
amada esposa!
¿VALE EL TESORO DE UN PIRATA LA VIDA DE UN
HOMBRE HONRADO?
AUTOR: Carlos A. Suárez G.
Nada vale... Ni el tormento, ni esa nada acumulado, en esa vida imputada, y lacerada sin culpa!
ResponderEliminarBello!
Así es amiga Miriam! El hombre quiere justificar su ambición con adornos vanos, aunque pase sobre los derechos y la vida de otros seres, truncando su vida y sus anhelos! Gracias por leerlo y comentarlo, me agrada que te haya gustado. Nos leemos pronto!! Saludos/amiga Miriam!!
Eliminar¡Qué dura decisión debió tomar!
ResponderEliminarMuy buen relato, Carlos. Me hiciste sentir pena por el protagonista. Toda una micronovela la que has escrito. Me gustó mucho.
Abrazo!
¡Gracias por el comentario Federico! He disfrutado mucho escribiendolo y me agrada mucho que les haya gustado, es una forma distinta de ver a los piratas que el cine nos muetra como una hombres buenos y valientes..., esa era su verdadera naturaleza. Saludos y un gran abrazo! que tengas un gran inicio de semana!
EliminarPobre hombre! La vida confabuló contra él y sus seres queridos, incluso su hija, aunque nada le falta vivirá sin el cariño de su padre. Excelente relato, Carlos!
ResponderEliminarGracias Mary! Así es! Pero el sacrificio de su padre le permite vivir con el amor de una familia y un bienestar que él ya no le puede ofrecer. Gracias por leerlo y por tu comentario! Te mando un gran abrazo desde mi Campeche querido! Un beso!
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